En el pasado, los homo Sapiens se cubrían con pieles de animales que cazaba, para protegerse del frío y del ambiente. Estás pieles empezaron a cambiar cuando en el neolítico el ser humano empezó a tejer e hilar. Aunque el cambio total fue en Egipto donde se veían las prendas más elaboradas. Durante su evolución se tuvo cambien en cuenta los colores y tipos (de las pocas cedas o telas que en ese entonces existían) según la clase social. Por ejemplo, el blanco era para las campesinas, mientras que el rojo o azafrán era para clases más elevados. Los persas, destacaban el amarillo y púrpura, y sus estampados eras básicamente azul, blanco o amarillo.
Las telas son básicamente hilos entrelazados u otras fibras, dependiendo de su uso, dispuestos en forma de lámina, que poseen flexibilidad y elasticidad, lo que les permite soportar movimientos, dependiendo del material del cual estén hechos los hilos, así como cuando el entrelazado de los hilos es muy compacto o abierto, permiten la entrada de menor o mayor cantidad de aire, proporcionando aislamiento térmico, por lo que son usadas para crear vestimentas.
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